domingo, 15 de marzo de 2009

Mientras paseo...



Hoy el paseo fue doble.

Uno por la mañana y otro a la tarde.


Cada uno ha sido completamente diferente, en cuanto al clima y al estado de ánimo.


El de por la mañana no ha sido como otras veces.


Ya de entrada me encontraba cansada, algo desanimada y con pocas ganas de salir.

Me pesaba todo el cuerpo y sentía un cansancio que me agotaba desde los primeros pasos.


Llovía poco pero constante. Lo que aquí se llama “sirimiri”, o más vulgarmente “calabobos” porque uno piensa que al ser poco no moja, pero al final uno acaba calado.


A cada paso que daba sentía más pesadez en las piernas y me costaba andar.


Aunque no llovía mucho era necesario llevar el paraguas y eso dificultaba el paseo.


El motivo de mi cansancio se acentuaba por mi ánimo, que estaba bastante bajo y eso me afectó más físicamente.


No me gustan los silencios, sobre todo cuando estos encierran dolor o enfado.


Pregunté el motivo y me enteré. Tenía que ver conmigo. Yo fui la causante del enfado y el silencio.

Hice daño a una persona que quiero mucho. Le fallé.


En el paseo iba pensando en ello. En lo fácil que es hablar sin pensar y no darnos cuenta que con nuestras palabras podemos hacer daño.

Sobre todo, si alguien ha confiado en nosotros, ese daño es mayor aún.


Confío y deseo que esto me haya servido de lección para una próxima vez.

Sé que hay que pensar las cosas antes de hablar. No vale con decir que no era nuestra intención no hacer daño.

En el momento que hablamos, aquello que decimos ya no tiene vuelta atrás. El daño está hecho. La confianza se debilita de esa manera.


Seguía lloviendo, pero el peso del paraguas se añadía a mi cansancio general y me costaba seguir adelante. Así que opté por cerrarlo y terminar el recorrido con esa lluvia, escasa pero incesante.


Paramos en la panadería para traer el pan y en el camino comimos un trozo para ayudar a recuperar fuerzas en el último tramo.


Esta vez la música que escuchaba era de relajación, muy suave, que me tranquilizaba y me ayudaba a pensar.






El paseo mereció la pena, la reflexión también y sobre todo el perdón de todo corazón que pedí a esa persona a quien hice daño.

Ello me alivió el peso y me sentí mucho mejor.


---------------------------------- ----------------------------------------





Por la tarde salió el sol. Ya no llovía y me encontraba mejor.

La música era diferente y el paseo se hizo más ligero.


Los pensamientos eran más caóticos, sin mucho sentido, desenfadados.

No había reflexiones, estaba relajada y disfrutaba del momento con más ánimo.


Llegamos a casa más a gusto y relajados.

uxue



No hay comentarios:

El lugar que me rodea

El lugar que me rodea