Hoy el día se ha levantado claro, con viento del sur y una temperatura agradable que invitaba a pasear y disfrutar del aire puro y sano, al igual que del paisaje, que se mostraba limpio y libre de nubes.
En el paseo de la mañana todo fue normal, salimos con los jerséis puestos, pues estos días atrás había refrescado bastante, pero a medida que avanzábamos en nuestro recorrido el sol nos calentaba y tuvimos que quitarnos el jersey. Mi compañero no quería quitárselo, le gusta llevarlo, pero al ver que yo me lo he puesto en la cintura me ha dejado quitárselo y ha hecho el gesto para que se lo pusiera a él también en la cintura.
Así ha transcurrido el paseo sin contratiempos y muy tranquilo.
Por la tarde ha sido diferente…
El cielo se estaba nublando, el aire seguía persistente y la temperatura muy agradable.
No era necesario el jersey, porque hacía calor. Hice intención para salir sin ponérnoslo, pero no ha colado, él se ha ido a por el jersey y me señalaba para que se lo pusiera. Así que he cogido el mío y me lo he puesto en la cintura, así él también ha aceptado llevarlo en la cintura.
Una pequeña concesión de cada uno, una nueva victoria para los dos.
Íbamos caminando como siempre: parada en la fuente, cruzar la carretera por el mismo lugar y hemos llegado a un tramo que da a un polígono industrial, libre de coches y muy tranquilo.
En ese tramo hemos visto a unos niños, de entre 8-10 años, uno llevaba a un perro con la correa y los otros le acompañaban.
Mi acompañante ha empezado con sus grititos que siempre da mientras paseamos. Los niños se han quedado mirando, una niña parecía algo asustada al no entender el porqué de ese ruido y ver que nos íbamos acercando hacia ellos. Ante estas situaciones les digo que anden tranquilos que no pasa nada. Mucho más no les puedo decir pues no comprenderían el motivo, así que sólo intento tranquilizarles, sin darle la mayor importancia.
Antes de decírselo a la niña uno de los niños se ha quedado rezagado, llevaban un palo fino y desde atrás le ha pegado a mi hijo con él, le ha dado lo mismo que estuviera yo a su lado, no se ha cortado. No le ha hecho daño, pues llevaba el jersey en la cintura y le ha dado flojo, pero ése no era el problema. Lo malo es el hecho, la intención de pegar a otra persona por el hecho de ser diferente a ellos y ante la incomprensión de lo que ven, reaccionan haciendo daño a los demás.
Cuando le he visto pegarle le he dicho que eso no se hace, apenas ha mirado ni escuchado. El chico ha seguido adelante con una sonrisita y nosotros seguíamos nuestro camino.
Cuando miro hacia adelante veo a unos adultos que miraban hacia atrás. Intuí que serían los padres de los niños. Me lo han confirmado y les he comentado lo que ha sucedido.
Les he dicho que no le ha hecho daño, pero que no está bien lo que ha hecho y que encima se ría.
El padre le ha llamado la atención bastante afectado y le ha dicho que pida perdón, a lo que yo he contestado que no se lo pidiera, pues mi hijo no lo iba a comprender, yo estaba bastante sensible en ese momento y no deseaba alargarlo más, quería seguir con el paseo y no darle más vueltas al asunto, ya que si lo alargaba sería más doloroso y eso era lo que no quería.
Sólo quería que lo supieran para que le comente a su hijo y le ayude a reflexionar sobre lo que ha hecho y que no se debe pegar a nadie por ser diferente.
Con este tipo de situaciones me he encontrado en más de una ocasión. Sobre todo con niños que al no comprender lo que sucede reaccionan riéndose o, como en este caso, pegándole, ante los ruidos y los gestos diferentes.
Y en esta caso iba de la mano con él.
Si no hubiera yo estado con él,… ¿qué habría hecho entonces el chiquillo?
Al cabo de tantos años conviviendo con esta situación y siendo consciente que puede darse en cualquier momento, podría haberme acostumbrado y dejarlo pasar. Pero una madre (o un padre), nunca se acostumbrará a que le hagan daño a su hijo, sobre todo cuando esta persona es más vulnerable que los demás.
Podría protegerle tanto a él como a mí del exterior, podríamos estar en casa encerrados como en una urna de cristal,…ahí es posible que nadie nos hiciera daño,…pero de esa forma nos perderíamos tantas cosas, sobre todo él, porque es quien más disfruta saliendo a la calle, tomando el autobús para ir al Centro de Día, yendo a la piscina, corriendo a beber agua cuando ve la fuente, riendo, gritando y dando palmas,…y sobre todo…transmitiendo esa felicidad que se percibe cuando se le mira y uno se contagia de su sonrisa.
Sé que habrá más situaciones como las de hoy, que habrá momentos en que uno se hace más consciente de las injusticias y las debilidades de uno mismo y de los demás. Pero ésos son momentos que pasan y que a la vez nos hacen conscientes de la realidad y de lo que de veras nos importa.
Hoy, nuestro paseo fue diferente,…aunque ha sido duro, ya está olvidado y mañana volveremos a salir con las mismas ganas e ilusión que siempre.
uxue