"Cuesta creer cuantas adicciones hay. Sería muy fácil si sólo hubiera drogas, alcohol y tabaco. Lo más difícil de superar una adicción es querer superarla. Algunas veces, demasiadas veces, lo que empieza como algo normal en tu vida se convierte en una obsesión y de repente dejas de controlarlo. Buscamos la euforia, eso que logra que todo lo demás se desvanezca. Lo malo de las adicciones es que nunca acaban bien, llega un momento en el que lo que nos ponía eufóricos deja de hacerlo y empieza a doler. Dicen que no superas tu adicción hasta que tocas fondo, pero ¿cómo sabes que lo has tocado? Porque por mucho que algo te duela, a veces dejarlo duele aún más".
Hace unos días leí este párrafo en el Facebook de una joven amiga. Me sorprendió y me dio qué pensar.
Con su permiso lo he transcrito en el blog y me da pie a la reflexión que comparto aquí. En especial para ella y en agradecimiento por darme la oportunidad de opinar sobre este tema.
Existen varios tipos de adiciones que son más comunes, como la del tabaco, el alcohol, el juego,…etc.
De estas adicciones se ha hablado mucho. Hay terapias para poder salir de ellas y con la ayuda adecuada se puede lograr. Por supuesto, siempre que la persona de veras lo desee, tenga fuerza de voluntad y constancia.
“Lo más difícil de superar una adicción es querer superarla”
El primer paso sería reconocer y asumir que tenemos una adicción. Después es cuando debemos plantearnos cómo influye en nuestra vida y qué hacer con ella.
Sin embargo, en esta entrada quiero referirme a otro tipo de adiciones, igual menos llamativas de cara al exterior, pues el deterioro y la dependencia no es tan visible como el de las físicas, pero no por ello menos importantes. En ocasiones necesitan de ayuda de profesionales para poder salir de esa situación.
Me refiero a las adicciones afectivas, las que tienen que ver con los sentimientos y las emociones.
De pequeños dependemos de los padres.
Necesitamos tanto el alimento de comida como de cariño, imprescindibles para un buen crecimiento físico y emocional.
Mientras crece, el niño va haciendo nuevos amigos, conoce a nuevas personas, se va despegando poco a poco de sus padres para crear nuevos afectos.
Con el tiempo, “la cuerda” que les ha unido va perdiendo fuerza y desapareciendo poco a poco.
A unos les cuesta más que a otros soltar por sí solos las riendas,…pero tarde o temprano lo hacen para poder hacer su propia vida, ya sea solos o con nueva compañía, pero sin depender de sus padres.
Siempre quedará el amor que se han tenido,…pero a otro nivel. Es un amor menos posesivo, más maduro. Más de compartir ese cariño, de dar y recibir, sin esa necesidad imperiosa de dependendencia.
Y el amor de pareja?...El primer amor?…El segundo?,…Un amor intenso???
Quién no ha amado alguna vez con tanta intensidad que por un tiempo se ha hecho un poco dependiente de ese amor?.
Puede que esa persona se haya dado cuenta y ha podido rectificar a tiempo, dándole un vuelco a la relación y retomando su vida.
Pero no siempre es posible, y ahí es donde viene el peligro de la adicción a ese amor, que tanto daño puede hacer si uno no es capaz de reaccionar y empezar a luchar para salir de esa situación.
“Algunas veces, demasiadas veces, lo que empieza como algo normal en tu vida se convierte en una obsesión y de repente dejas de controlarlo. Buscamos la euforia, eso que logra que todo lo demás se desvanezca”
Mientras dura ese momento, esa sensación, uno se siente como en una nube de la que no quiere bajarse. Todo lo que ve y escucha le parece fantástico, se magnifica.
Se cree único, junto con su pareja. Se sienten las personas más felices del mundo. Y desean que eso dure para siempre.
Con el tiempo nos damos cuenta que hay algo más aparte de eso, que no podemos estar siempre en esa nube,…que eso ya no es suficiente,…que hay una vida llena de dificultades, con sus momentos alegres y tristes,…con una realidad que debemos asumir y vivir.
Y es esta realidad la que nos golpea e intenta abrirnos los ojos para que no sigamos cayendo y empecemos a retomar el sentido de nuestra vida.
Cuando nos damos cuenta que no todo es color de rosa, es ahí donde nos cuesta aceptar y dejar al lado aquello que nos ha hecho “ tan felices”.
Nos hicimos dependientes de ese amor, de sentir intensamente mientras estábamos juntos. Nos daba seguridad en su momento y llegamos a pensar que si se termina la relación y la otra persona nos deja, se nos acaba el mundo.
Y, al romperse la cuerda de un lado, uno se queda colgado y perdido. Quiere seguir aferrado al otro extremo para sentirse de nuevo seguro y querido,…
Pero, en ese momento, no es capaz de ver que lo que tenía le estaba aprisionando.
Ese “amor” le estaba consumiendo, le quitaba algo muy importante…le quitaba ser él mismo.
Cuando sucede creemos que no volveremos a sentir lo mismo con otra persona. Nos encerramos en nosotros mismos sin opción a darnos una nueva oportunidad.
No es cierto que no seamos capaces de volver a sentir, de volver amar,… de volver a ilusionarse plenamente, diferente, y puede que esta vez sin depender de ello.
Pienso que, cuando seamos capaces de asumirlo conscientemente, cuando seamos capaces de mirar ese momento con nostalgia, sin rencor ni dolor, será cuando estaremos preparados para volver a retomar nuestra vida y volver a vivir.
“Dicen que no superas tu adicción hasta que tocas fondo, pero ¿cómo sabes que lo has tocado? Porque por mucho que algo te duela, a veces dejarlo duele aún más".
Es complicado saber cuando se ha tocado fondo, porque mientras existe esta adicción, no somos conscientes de lo que nos sucede y cuánto nos está perjudicando.
Sólo somos conscientes del placer que nos produce.
Este bienestar pasajero, cada vez es más efímero y más exigente. Sin embargo, no lo vemos, o mejor dicho no lo queremos ver, porque es mayor el temor a perder lo que sentimos y estar solos, que aceptar cuánto daño nos hace.
Es cierto que el dejarlo es doloroso, que incluso pensamos que no lo podremos resistir. Este dolor es intenso, pero con ganas, con valor y dejándose ayudar por la gente que nos quiere es posible.
Y es cuando estaremos preparados para empezar a llevar las riendas de nuestra vida. Preparados para volver a sentir, para volver a amar,…y puede que esta vez de una manera más sana, sin dependencia. Donde haya igual menos euforia, menos subir a las nubes,…más bajar a la tierra que es donde debemos vivir… Donde haya más AMOR, con un mayor compromiso.
A partir de ahí es cuando empezaremos a vivir más plenamente, libres y sin ataduras.
uxue
“El tiempo es el único que puede salvar al amor que sufre una pérdida” (Jorge Bucay)