sábado, 9 de julio de 2011

Facundo Cabral...Pequeño homenaje a un gran hombre




"Nacemos para vivir, por eso el capital más importante que tenemos es el tiempo, es tan corto nuestro paso por este planeta que es una pésima idea no gozar cada paso y cada instante, con el favor de una mente que no tiene limites y un corazón que puede amar mucho más de lo que suponemos". 

(Facundo Cabral)


Podrán llevarse su cuerpo, podrán  asesinarle como lo han hecho, pero nunca podrán callarle. Siempre estará vivo en nosotros a través de sus canciones y poesía, a través de sus palabras y sus frases, enseñando tanto, dando tanto,...

Y eso nunca morirá... 





Me gusta el mar y la mujer cuando llora
las golondrinas y las malas señoras
saltar balcones y abrir las ventanas
y las muchachas en abril

Me gusta el vino tanto como las flores

y los amantes, pero no los señores
me encanta ser amigo de los ladrones
y las canciones en francés

No soy de aquí, ni soy de allá

no tengo edad, ni porvenir
y ser feliz es mi color
de identidad


Me gusta estar tirado siempre en la arena

y en bicicleta perseguir a Manuela
y todo el tiempo para ver las estrellas
con la María en el trigal

No soy de aquí, ni soy de allá

no tengo edad, ni porvenir
y ser feliz es mi color
de identidad





"Tienes el poder para ser libre en este mismo momento, el poder está siempre en el presente porque toda la vida está en cada instante".

(Facundo Cabral
1937...2011)

jueves, 7 de julio de 2011

Maiatza...Mayo


Maiatza

Begira, sartu da maiatza,
Zabaldu du bere betazal urdina portuan.
 
Erdu, aspaldian ez dut zure berri izan,
Ikarati zabiltza, ito ditugun katakumeak bezala.
Erdu eta egingo dugu berba betiko kontuez,
Atsegin izatearen balioaz,
Zalantzekin moldatu beharraz,
Barruan ditugun zuloak nola bete.
 
Erdu, sentitu goiza aurpegian,
Goibel gaudenean dena irizten zaigu ospel,
Adoretsu gaudenean, atzera, papurtu egiten da mundua.
Denok gordetzen dugu betiko besteren alde ezkutu bat,
Dela sekretua, dela akatsa, dela keinua.
 
Erdu eta larrutuko ditugu irabazleak,
Zubitik jauzi egin geure buruaz barre.
Isilik begiratuko diegu portuko garabiei,
Elkarrekin isilik egotea baita
adiskidetasunaren frogarik behinena.
 
Erdu nirekin, herriz aldatu nahi dut,
Nire gorputz hau albo batera utzi
Eta maskor batean zurekin sartu,
Gure txikitasunarekin, mangolinoak bezala.
 
Erdu, zure zain nago,
Duela urtebete etendako istorioa jarraituko dugu,
Ibai ondoko urki zuriek uztai bat gehiago ez balute bezala.





Mayo

Mira, ha entrado mayo,
Ha extendido su párpado azul sobre el puerto.
 
Ven, hace tiempo que no sé de ti,
Se te ve tembloroso, como esos gatitos que ahogamos siendo niños.
 
Ven, y hablaremos de las cosas de siempre,
Del valor que tiene ser amable,
De la necesidad de arreglárselas con las dudas,
De cómo llenar los huecos que tenemos dentro.

Ven, siente en tu rostro la mañana,
Cuando estamos tristes, todo nos parece oscuro;
Cuando estamos fuertes, el mundo se desmigaja.
Cada uno de nosotros guarda algo desconocido de las vidas ajenas,
Sea un secreto, un error o un gesto.

Ven y pondremos verdes a los vencedores,
Saltaremos desde el puente riéndonos de nosotros mismos.
Contemplaremos en silencio las grúas del puerto,
Porque estar juntos en silencio es
La mejor prueba de la amistad.

Vente conmigo, quiero cambiar de país,
Dejar este cuerpo mío a un lado
Y meterme contigo en una concha,
Con nuestra pequeñez, como los bígaros.

Ven, te espero,
Continuaremos la historia interrumpida hace un año,
Como si no tuvieran un círculo más
los abedules blancos de la rivera.


"Maiatza"  
Kirmen Uribe




sábado, 2 de julio de 2011

Se abre de nuevo el baúl de los recuerdos...La etapa adulta...


Foto sacada de Internet y del barrio donde  viví el  mes de julio



Se abre de nuevo  el baúl  de los  recuerdos.  Ha estado cerrado durante un tiempo, en espera a poder meter esos momentos que fueron especiales en mi vida y que deseo también formen parte de ese baúl.

Hoy serán los  primeros recuerdos en la edad adulta, cuando ya mi vida cambió de rumbo de una manera radical.

En la vida de todos  hay  tristezas, decepciones, sueños incumplidos,….dolor.  Todos lo hemos tenido. 
Este tipo de recuerdos los intento sacar adelante afrontarlos cuando se pueda y luego olvidarlos, o por lo menos dejarlos ahí a un lado,  sin dolor y con el aprendizaje que nos han dejado los momentos más duros de la vida. 

Estos no estarán en el baúl.
No  permitiría que un recuerdo que me ha hecho daño formara parte de mi vida y destruyera lo bueno que he conseguido, nunca…


También existen los  recuerdos más felices de nuestras vidas, aquellos que nunca debemos olvidar porque son  nuestro motor, nuestro aliento, el empuje para seguir adelante y sobre todo para levantarnos. 
Estos recuerdos tampoco entrarían en el baúl porque  deben salir  a flote siempre que los deseemos. No necesitamos guardarlos para rememorarlos, forman parte de nuestro día a día, de nuestros sueños y nuestra razón de vivir.


Pero hay otro tipo de recuerdos, esos momentos entrañables  que  han formado parte de nuestra vida,  que recordamos  con nostalgia y cariño.
Esos recuerdos que,  echando la mirada  hacia atrás,  nos hacen sonreír e incluso llorar de emoción, pero sin sufrir.

Dentro de estos momentos  que metería hoy en el baúl  está uno de manera especial porque cambiaría mi vida para siempre…Cuando vine al País Vasco.  
  
Conocí  a mi pareja  en Madrid, haciendo él la mili allí. Él es de aquí y tenía aquí su familia y su trabajo. 

Recuerdo que vine en julio  para conocer a su familia. Acababa de terminar la carrera de magisterio y tenía vacaciones del trabajo. Cogí  el autobús que me traía de Madrid a Bilbao y allí me esperaba mi pareja. 
Ambos muy jóvenes, con una mochila llena de ilusiones  y un camino largo que andar. 

Era un  viernes,  cerca de las once de la noche cuando llegamos al caserío, el que sería mi hogar por un mes.  Aún en la oscuridad se vislumbraba un sitio precioso,  pero hasta el día siguiente no me daría cuenta de la belleza  real del lugar.

Cuando entré por el portalón el  primer saludo fue el ladrido  de  los tres perros   que no aceptaban a una  nueva intrusa.
Ya dentro me esperaban los padres  y el hermano de él. Me dieron la bienvenida  cordialmente con ese reparo que da el no conocer a la otra persona y andar con cuidado con la primera impresión que se da de uno mismo. 

Pero en esa cocina también había otra persona a quien le daba lo mismo lo que los demás pensáramos. Una mujer mayor, alta y  delgada, con mucho carácter, con las arrugas  que dan el haber trabajado tantos años en el campo,…y sin pelos en la lengua para decir lo que pensaba. 
Esa  persona era la matriarca de la casa,…la abuela,…quien mandaba allí.
Su primera palabra fue…”Gabon” (buenas  noches)…con eso ya me daba a entender  lo que me esperaba si quería hablar con ella.  Ella  no sabía castellano.  …Y yo no sabía euskera. Y teníamos que convivir juntas un mes.

Al principio fue duro, pues entre ellos hablaban vasco,  por la abuela sobre todo y porque era su lengua, a mí me hablaban castellano al principio pero luego también lo hicieron en euskera. 
Tengo que agradecerle a mi pareja y a  la abuela,  la constancia en hablarme así, pues fueron ellos dos  quienes  más me ayudaron a aprender el idioma, escuchándolo y animándome hablarlo, corrigiéndome y respetando mis tiempos y meteduras de pata.

Ambas mujeres, la abuela y yo,  éramos habladoras  y nos entendíamos…cada una con su carácter y en su sitio. Cuando una de las dos discutía, que se daba en más de una ocasión, pues le gustaba imponer su criterio, entonces cada uno hablaba su idioma sin entendernos.  
 Con el tiempo yo adquirí  ventaja, pues en menos de un año la entendería perfectamente y poco después lo hablaría con soltura. 
Es una de las cosas que más me ha satisfecho de haber llegado a esta tierra, el haber aprendido el idioma para luego poder hablarlo a mis hijos y entendernos todos…es su cultura y forma parte de sus raíces.




 Foto sacada de Internet que pertenece a esa zona


Sigo con mi primer contacto en el caserío…

Cuando  salí afuera la primera mañana y contemplé las montañas, el cielo azul, el prado tan inmenso que había,…entonces me enamoré del lugar y sus alrededores, ya formaría parte de mi corazón y de  mi vida.

Recuerdo que después de desayunar no sabía qué hacer, ayudé en la casa un poco a la abuela, pero no nos podíamos entender.  Yo quería estar en el prado, con los demás,…y allá que me fui, a investigar y  ver qué hacían.

En los caseríos los meses de junio y julio son de los más duros, es la época de la hierba, para secarla, cortarla  y guardarla  para que el ganado tenga comida en invierno.

Cuando llego al prado donde trabajaban  les digo si puedo ayudar,…me miraron y  se miraron entre sí, imagino que calibrando si una chica de ciudad sería capaz de hacer algo allí; el padre cogió un rastrillo del suelo y me lo dio, me explicó cómo se hacía y a partir de ahí fui una más en esa vorágine de  trabajo.
Los primeros días se me formaron  callos en las manos, pero poco a poco se  fueron  curando,  haciéndose al trabajo del campo  y adquiría maña con el rastrillo. 
Solíamos ir al prado varias veces al día, pero sobre todo después de comer a pleno sol para dar la vuelta a la hierba y que se secara del todo, pues si no se pudriría en el camarote. Luego la hacíamos montones para subirla al tractor con horcas, eso lo hacían ellos que para mí era demasiado pesado.
Al final  dejaban la hierba para guardarla  en su sitio,   me subía al camarote,  y entre la madre de mi pareja   y yo pisábamos la hierba para que entrara lo máximo.

Ahh!!  Nunca se me olvidará  la primera culebra  que vi, se le llaman “culebras ciegas”  porque no ven, pero que están debajo de la hierba y si las pisas eran malas, pero si no les hacías nada se iban. La vi el primer día, al poco de empezar a recoger la hierba,…me quedé parada y muda de miedo, ya que las serpientes son los animales que más temo…
Me dijeron que no hacía nada y seguí adelante con mi rastrillo pero con ese temor de encontrarme con otras…que ya sería habitual en mi nueva andadura por esos campos. 




Este es el camino que lleva al prado y que pertenece al caserío donde viví  un tiempo

En agosto fui  a Madrid  a ultimarlo todo: dejar el trabajo,  despedirme de mis amigos y familia, y en octubre  volvería  aquí definitivamente a casarme en la ermita del mismo barrio,  con un cielo precioso que dejaba ver las montañas limpias e imponentes, llena de sueños y esperanzas ante una nueva vida, alejada de mi familia y de todo lo que había formado parte de mi vida desde los ocho años.

Antes del año de casados  vendría el  primer  hijo: precioso, de casi cuatro kilos y medio, grande y  fuerte, con unos pulmones y energía impresionante. Con ganas de gritar y decirle al mundo que aquí estaba él…, Esta parte  ya forma parte de los recuerdos  siempre estarán en mi mente.

Recuerdo, y sonrío mientras lo pienso, cuando  al día siguiente de nacer mi madre vino al hospital desde Madrid, pues pidió permiso en el trabajo para verme. En un momento oyó gritar a un niño y nos dijo que qué pulmones tenía ese niño, a lo que mi marido le dijo: “madre, ese bebé  que chilla a todo pulmón  es tu nieto”…recuerdo su expresión cuando me miró, luego se rió.

El bebé era un tragón y crecía rápido, empezaba a moverse y sonreía mucho, gritaba haciendo honor a lo que su abuela decía…que tenía unos buenos pulmones,… una preciosidad. Era mi vida, lo que más quería en el mundo.

Y cerca de los seis meses de nacer,  la vida cambió de forma radical para todos…

Desconcierto, preocupación, pruebas médicas, crisis continuas, incertidumbre, pronósticos, incredulidad,…… y al final,...con apenas seis años el informe definitivo, no era posible: 
Síndrome de west, epilepsia, discapacidad mental  severa,…autismo, operaciones,… puffff!!! 

Demasiadas palabras para unos padres  primerizos que desconocían  casi todo eso. Demasiadas cosas para un niño que tendría que afrontarlas durante toda su vida…demasiado para asumir de golpe.

Pero  éste es un  recuerdo que no va al  baúl, porque ya pasó…, porque se aceptó y se superó. …Porque la vida continúa y había  que salir adelante,…porque el amor supera cualquier  dificultad y barreras, y… porque gracias a esto  todos  nos hicimos más  fuertes  y valientes,  desafiando a la vida,  viviendo el día a día  y ahí  empecé  a valorar lo que de verdad merecía la pena. 




 Foto sacada en el paseo de la tarde con mi hijo



En esta vida todos tenemos nuestros propios tesoros, unos logrados por el esfuerzo y otros son   los que nos da la vida por el mero hecho de nacer y ser personas. 

Lo triste es cuando sabiendo que tenemos un tesoro no sabemos valorarlo y vamos en busca de lo que no tenemos,…queriendo más.

Yo tuve un tesoro por muchos años, el tesoro que me dio la vida,…y ya sea por inmadurez emocional, por orgullo,…o por lo que fuere, no lo supe valorar cuando lo tuve.  El tesoro desapareció para siempre, murió,…y con el tiempo es cuando me di cuenta de lo que tuve y lo perdí. 
Ya era demasiado tarde para recuperarlo.  Me reconcilié con ello, y eso sí que forma parte de un buen recuerdo.


Tengo más  tesoros en mi vida, mis tres hijos ante todo, y la gente que quiero y me quiere…Sólo deseo ser lo suficientemente inteligente para poder valorarlo y disfrutarlo.


Pienso que el mayor tesoro que todos poseemos somos nosotros mismo,…es la vida. Y la mejor forma de valorarlo es  vivirla lo mejor que podamos e intentando ser felices.



Dentro de la mujer adulta que soy siempre seguirá existiendo la niña de poco más de tres añitos que pasó su primera infancia en un colegio de Navarra  y  con la que abrí este baúl de los recuerdos. Esa niña que  salía al recreo toda ilusionada para  ver su tesoro en un cristal con un papel enterrado, y que al quitar la tierra  que lo cubría el sol hacía que todo  brillara y fuera  un rayo de esperanza para ella. 

…Esa niña  que desde muy pequeña ya  empezó a soñar,… y que nunca ha dejado  de hacerlo.


uxue



Foto sacada hace dos años cuando volví al pueblo de Navarra, Muruzabal,  donde encontré mi primer tesoro,...justo en ese lugar.

El lugar que me rodea

El lugar que me rodea