lunes, 17 de septiembre de 2012

De vez en cuando la vida...





Ves cosas y dices,"¿Por qué?" Pero yo sueño cosas que nunca fueron y digo, "¿Por qué no?".
(George Bernard Shaw)

 
 

martes, 4 de septiembre de 2012

Subida al Gorbea. Un cambio en la rutina...


(Foto sacada en ese día, durante la bajada)

Se acaba el verano. Un verano que nos ha servido para descansar y  recargar las pilas. Un verano tranquilo y sorprendente. 
Mi hijo vino el viernes de las colonias,  ayer empezó en el Centro de Día y ya retomamos nuestros paseos con normalidad.
En esta nueva etapa quería hacer algo diferente, sobre todo los fines de semana, quería cambiar la rutina de los paseos, tanto de lugar como de tiempo de recorrido.
Mi compañero de paseos anda muy bien, tiene mucho aguante y le relaja mucho el caminar al aire libre. Así que lo comenté con un amigo que nos acompañó y nos animamos a este nuevo cambio.
Para mí sola es más complicado sobre todo en distancias largas, pero yendo con otra persona se reparte la fuerza y responsabilidad.
Conocía el monte Gorbea, un lugar precioso que merece la pena visitar. Había ido en más de una ocasión, pero nunca llegué hasta la cruz del monte,  y tenía muchas ganas de ir allí.
Tenía dudas de si mi hijo aceptaría el cambio, pues está tan acostumbrado a su rutina, la cual le da seguridad, que pensé no me dejara realizarlo.
Previendo una posible rebeldía suya, lo que hicimos fue dejar el coche justo al lado del portal, para que al salir a la calle no tuviera opción de ir a otro lado.
Al principio se resistió un poco, pero al ver el coche y montar en él  aceptó, aunque es cierto que estaba desconcertado, se le notaba en la cara por la forma de mirar a todo, sin hacer ruido e intentando encontrar algo que se le hiciera conocido para poder orientarse y saber a dónde íbamos.

Partimos hacia nuestra aventura de ese día. Llevábamos la comida, el camino sería largo y no daba tiempo a volver a casa para comer.
Fuimos hasta un pueblo llamado “Pagomakurre”, allí dejamos el coche, no se podía avanzar más en vehículo, y, mochila encima,  empezamos a subir poco a poco.
Hacía fresquito, aunque de vez en cuando salía el sol que calentaba y nos tentaba a  quitarnos el jersey, pero cuando pasábamos un buen trayecto se escondía entre las nubes y el viento del norte nos obligaba a abrigarnos de nuevo.
Mi hijo seguía algo indeciso, poco a poco empezó a reconocer el lugar, pues había ido con su padre en más de una ocasión, y aumentó la velocidad de su paso acompañado de ruidos y palmas. Los demás paseantes miraban hacía atrás sorprendidos por el ruido y luego retomaban su recorrido.
Ambos íbamos de la  mano como en los paseos diarios, la subida se hacía bastante dura pero se podía avanzar sin agobios.



(Foto sacada de Internet)

Cuando empezaba la parte más dura y con mayor desnivel nos sentamos a descansar un rato, comer algo de fruta y chocolate para reponer fuerzas, ya que nos harían falta para el último tramo, el más duro, la subida a la Cruz,  de casi una hora y con bastante pendiente.
Estábamos subiendo cuando mi hijo empujaba de la mano para que fuéramos por otro camino, más empedrado y con mayor pendiente.
Yo pensé que estaba cansado y no quería subir, pero que va, lo que quería era ir por ese lado, desde allí veía  a la gente subir a la cruz del Gorbea. Quisimos cambiarle el camino pero se sentaba y no nos dejaba hacerlo. Así que decidimos ir por donde él decía.
Imagino que cuando fue anteriormente a ese lugar iría por ese tramo, que era menos transitado,  porque estaba seguro de hacia donde tirar.
La subida se hizo dura, el tirar de la mano de él y  cuidar que no nos cayéramos, aumentaba la dificultad.

Al final llegamos a la cruz. Un lugar precioso con una vista espectacular.  Allí hacía un aire fuerte y muy fresco.


(Cuando llegamos a la cruz)



Nada más llegar a la cima mi hijo se sentó en la piedra, contento de su nueva hazaña, un reto logrado con esfuerzo y muchas ganas. Hicimos algunas fotos y pronto emprendimos la bajada, porque el aire frío se metía muy adentro.


Si la subida fue dura en cuanto la dificultad, la bajada para mí fue mucho peor. Mi hijo nos  daba la mano a los dos para mayor seguridad. Ellos tiraban por delante y a mí me costaba seguirles. Le decía a mi hijo que me soltara para ir a mi ritmo, pero nada, se empeñaba en colocarse en el medio y bajar los tres a la vez. En algunos tramos quería bajar por donde subimos, aunque aquí sí que logramos encauzar su camino, ya que la pendiente de bajada en el otro lado era peor, sobre todo yendo de la mano con él. Él bajaba con rapidez, por lo que intentábamos no caernos, tarea nada fácil en ese lugar y a esa velocidad.

(Mientras bajábamos)

Cuando llegamos nos sentamos en un lugar con mesas y las vacas como compañeras, pues estaban justo al lado, aunque con los ruidos de mi hijo se asustaron y alejaron de nosotros, pero no muy lejos del lugar.


(En el merendero)

Después de comer fuimos a tomar un helado y a casa, a refrescarnos y descansar,  por ese día había sido suficiente.

Entre la subida y bajada tardamos unas cinco horas. Se puede hacer en menos tiempo, pero lo tomamos sin agobios y descansamos en un par de veces para tomar algo.

Ya sabiendo que puedo cambiarle la rutina a mi compañero lo haré en más ocasiones. Nos cansaremos más, pero merecerá la pena por conocer nuevos sitios como este maravilloso lugar.

(Foto sacada de Internet)


Todos disfrutamos del paseo, tanto del paisaje tan maravilloso como de la compañía.

Han pasado tres días y aún tengo agujetas sobre todo por la bajada, de tanto contener las piernas para no caerme. Pero ha merecido la pena. Seguiré yendo al monte y poco a poco mi cuerpo se adaptará a este cambio. El aire del monte me ayuda a respirar mejor, el andar me relaja mucho, haciéndome sentir muy bien.

Mi hijo ha disfrutado mucho del paseo y le ha venido genial, como a nosotros. Lo volveré hacer más a menudo.  Unas veces con él y otras veces con unos amigos y por otros lugares que con mi hijo sería más difícil de subir.

Tengo la suerte de vivir en un lugar privilegiado, rodeado de montañas. Me gusta pasear y disfrutarlo. Es cuestión de animarse, ponerse unas botas, ropa cómoda y con la mochila y mucha ilusión salir a caminar, sintiendo el aire en la cara y poder admirar un paisaje espectacular, en toda su inmensidad y belleza.

uxue...

(Video sacado  de Internet)
El monte Gorbea es la cumbre más alta del macizo montañoso del mismo nombre, situado en los montes vascos, a caballo entre las provincias de  Alava y Vizcaya en el País Vasco. Tiene una altura de 1.482 metros y su cima está coronada desde 1899 por una cruz metálica, de la que ha habido diferentes versiones. La actual es de 17,23 metros de altura. Es un tradicional punto de referencia del montañismo vasco y corazón del Parque Natural del Gorbea

El lugar que me rodea

El lugar que me rodea