sábado, 28 de marzo de 2009

Mi día a día en el internado...

El día a día...


Intento hacer memoria de esos años en el internado y es increíble las cosas que tenía olvidadas.

Recuerdo nuestros recreos sobre todo después de la comida. Era cuanto más tiempo libre teníamos para jugar.

Jugábamos a la goma en grupos. Según cuántas fuéramos hacíamos un triángulo, cuadrado, pentágono o hexágono de dos grupos. Se colocaba un grupo en los extremos formando esa figura y las demás saltábamos a medida que la goma adquiría cada vez más altura.

Ahora no veo ese tipo de juegos en los colegios.


Otro juego de esa época era varias formas de saltar la cuerda. Y "el truque" con una piedra que tenía que pasar por una figura sin pisar las líneas.

También estaban los juegos de balón prisionero y del escondite.


Iba por modas y siempre en función de lo que traía alguna chica de su casa, pues no todas teníamos juegos para jugar y dependíamos de lo que traían las amigas. Eso sí, si quien traía algo se enfadaba con alguna de nosotras, nos quedábamos sin terminar el juego, se lo llevaba consigo y nos dejaba sin nada.


No parábamos quietas en los recreos, sobre todo en invierno que hacía mucho frío y no llevábamos abrigo en el patio. Sólo la falda y un jersey cerrado. Teníamos que movernos para no congelarnos.


Unos años más tarde pusieron una televisión en una salita.

No era siempre. No sé fijo los días, era más según decidiera la persona que nos cuidaba en ese momento.

Algunas veces coincidió antes de acostarnos y ahí es cuando me viene a la mente un detalle que se dio en esa época debido a la televisión:

A veces ponían alguna película, entonces las calificaban con rombos para que los mayores supieran cómo era y si se podía ver.

En esa época la calificación era extremista, pues con un simple beso ya tenía los dos rombos. Con un rombo era normal que salieran muchas. A no ser infantiles, de humor o de religión... la mayoría lo tenía.

Recuerdo que cuando empezaba la película con los títulos siempre estábamos pendientes que no entrara la cuidadora y lo viera. A veces hasta la entreteníamos para no se diera cuenta. Durante la peli no salían de nuevo los rombos, sólo era al principio. De ahí que anduviéramos pendientes para que la monja no lo advirtiera.

De cualquier forma casi siempre se enteraba, pocas veces resultó de ver alguna película con los rombos.


Hubo una temporada que decidieron llevarnos los domingos al cine a las niñas que no salíamos a casa.

Íbamos andando al “Parque Móvil”, así se llamaba el sitio donde estaba el cine y veíamos una película. Luego volvíamos casi en fila india al colegio de nuevo.


Lo del cine no duró mucho tiempo. Y al igual que nos dieron ese privilegio nos lo quitaron sin más. No sé el motivo, sólo recuerdo que íbamos al cine algunos domingos.




Las vacaciones de verano...



De Navidad no recuerdo mucho. Los primeros años las pasé en el colegio y más adelante iba a casa a pasar unos días.


De la época de verano sí que recuerdo más y lo pasaba mejor.

Los primeros dos veranos que estuve allí íbamos dos meses al colegio de Navarra. Ya no me afectaba. Estaba en el otro lado que hacía unos años y eso me hacía sentir bien y especial. Ahora era yo una de las chicas que iba allí de vacaciones, pero luego volvería de nuevo a Madrid.

No me preocupaba, ni me preguntaba por qué no iba a casa de vacaciones. Lo importante es que iba de vacaciones a otro sitio y que luego me volvía a Madrid.


Al cabo de unos años hubo un cambio en los lugares de vacaciones, ya no iríamos a Navarra.

Ese primer año de vacaciones después del cambio fue muy especial. Tuvimos doble salida y a dos sitios diferentes.

En julio fuimos casi un mes a un pueblo de Soria y ya era otro tipo de vacaciones. El sitio era diferente, más variado y entretenido. Había más animación en ese pueblo.

Ese mismo año en Agosto, se formaron grupos de niñas y cada grupo iba a un sitio. A mí me tocó ir a Almería por veinte días.


Qué alegría me dio eso!!

Nunca había ido a otro sitio que no fuera Navarra y ese año encima a dos lugares. Además, el hecho de ir a la playa era una novedad para nosotras y nos hacía mucha ilusión.


Recuerdo que cuando me enteré que ese año íbamos a dos sitios diferentes estuve casi dos meses contando los días que me quedaban para las vacaciones.


Cuando nos dieron la ropa de verano, estaba muy contenta. Por primera vez nos daban pantalón corto con niki. Por dos meses dejábamos ya las faldas y el uniforme serio que teníamos durante el tiempo escolar. Ïbamos más alegres y a gusto con esa ropa.


De Almería sí recuerdo algo diferente y es el agua de allí. Pasé muchísima sed. El agua estaba malísima y por primera vez empecé a beber leche, que no me gustaba. Era preferible al agua que había allí.

El poco dinero que había dado mi madre a las monjas para que lo distribuyera en el tiempo que estaba allí lo utilizaba sobre todo para comprar un refresco de naranja y poder aliviar la sed un poco.

El calor que hacía allí era agobiante y con la sed se acrecentaba más.


Por lo demás, fue una experiencia muy buena el salir a la playa y visitar otro lugar. Eso sí, cuando llegamos a Madrid creo que en unos días no hacía más que beber agua.


Uno no aprecia lo que tiene todos los días hasta que carece de ello. Eso me sucedió ese año con el agua, que no la valoré hasta que carecí de ella y pasé tanta sed como en Almería.


Ese verano fue especial por ir a dos sitios. Pero los veranos más bonitos fueron después, cuando fuimos de vacaciones a Galicia.

Creo que tendría unos once años cuando empezamos a ir a un pueblo de Vigo.

Qué sitio más bonito, qué gente más maravillosa conocimos allí. Fueron los mejores veranos de mi internado.


Íbamos a la playa por las mañanas a bañarnos. Eso sí, después de hacer las dos horas de digestión, pues las monjas eran muy severas en eso.

Ahí estábamos contando los minutos para meternos al agua. Cuando era la hora, la monja tocaba el silbato y antes que terminara ya estábamos dentro. Daba igual cómo estuviera el agua, a veces te dejaba sin respiración en el primer momento, pero yo siempre entraba sin pensarlo y con una sonrisa enorme. Me encantaba bañarme y disfrutar de ese lugar.


Por las tardes salíamos de paseo por el puerto. A las más mayores nos dejaban solas andar por ahí y recuerdo que me pasaba las horas mirando a los pescadores cómo trabajaban descargando todo, ... luego cómo cosían las redes que se habían roto en durante el viaje pescando.

Me encantaba escucharles hablar entre ellos. No les entendía, pero no importaba, me gustaba mucho su forma de hablar y de trabajar.

Era bastante callada, pero algunas veces al saludarnos ellos preguntábamos cosas y se establecía una comunicación.

Era un sitio precioso, de gente sencilla y muy trabajadora.


Dos años seguidos fuimos a un mismo pueblo de Vigo “Bueu”. El último año de vacaciones fuimos a otro, también de Vigo, llamado “El Grove”.


No he vuelto a ir más por allí y es un sitio que me gustaría visitar de nuevo.


uxue



No hay comentarios:

El lugar que me rodea

El lugar que me rodea