Desde hace dos días hemos tomado un descanso temporal en los paseos compartidos.
Hará unos tres años que mi compañero de viaje y yo hicimos un trato, llegamos a un pacto silencioso, sin necesidad de palabras, y aceptado por ambos.
El trato era que cada cuatro meses él se iba quince días de colonias a un lugar donde sería bien cuidado. Él descansaría unos días de mí y yo recargaría pilas por otra temporada.
Al principio el trato era más por mí, pues necesitaba ese respiro, el cambio en mi vida fue tan brusco en ese momento que no sabía si sería capaz de seguir adelante con tanta responsabilidad yo sola.
Poco a poco he ido aceptando esta nueva vida, este nuevo día a día en compañía de mis hijos y sobre todo de esta persona tan especial.
Ahora soy yo quien más deseo estar con él, ahora soy yo quien más le echo de menos.
Echo de menos los paseos diarios, echo de menos su mano cálida, sus gritos y sus risas. Echo de menos su mirada cómplice, silenciosa, transmitiéndolo todo.
Ahora, en este momento, sentada en un banco de la cocina, mientras hay ruido en la casa con la obras, siento que algo me falta,... no le oigo reír, ni sus gritos de alegría, es cuando más noto el silencio...
Ahora…es cuando más siento su ausencia.
Pero no me agobia, me gusta pensar en él,…es lo que más quiero y me gusta sentirlo así.
Sé que es necesario el descanso temporal para los dos, soy consciente de que ambos lo necesitamos, y con esa certeza es con la que nos separamos por unos días.
Ha ido a un lugar muy bonito, a unos 25km de casa. Está adecuado especialmente para ellos, allí pueden disfrutar sin miedo y están bien cuidados.
Hace unas horas llamé a la encargada del albergue, pues la semana pasada había tenido fiebre y estaba con antibiótico. Quería saber cómo estaba y si tenía fiebre de nuevo.
Su cuidadora me ha dicho que acababa de levantarse y que ya estaba dispuesto y de buen humor para dar una vuelta.
En ese momento me he reído, imaginaba su cara expectante y su ansia por salir, y le he dicho que no le entretendría, que sólo deseaba saber cómo se encontraba.
Me ha dicho que estaba muy bien, que ayer dio un paseo largo con los demás chicos y que estaba muy feliz.
Pufff!!! Hay que pasar por esto para comprender mejor cómo se puede ser tan feliz oyendo unas palabras tan sencillas como ésas. Pues imagino la alegría de él, imagino sus gritos y la mano que no soltará de su nueva monitora, imagino su cara de ilusión y su sonrisa. Sólo pensar eso me hace sentir muy bien, me ayuda a seguir adelante, a seguir con este descanso temporal y, a la vez, tenerle en mi pensamiento de una manera muy especial.
Hace unos días me llamaron del Centro de Día al que va para decirme que tenía fiebre, que se quedaba dormido pero que tenía buen humor. Cuando vino a casa, aún con fiebre, quiso dar su paseo y así lo hicimos, él a su ritmo y con sus rituales del paseo.
Al día siguiente estaba mejor y fue al Centro otra vez, pero de nuevo le volvió a dar fiebre, cosa muy rara en él que nunca tiene fiebre y menos dos días seguidos.
Él no lloraba, no se quejaba, comía más despacio pero bien, no protestaba si le tocaba en algún lado para saber qué podía sucederle, y tenía muy buen humor. Pero seguía caliente,…
Al día siguiente le llevé al médico y le miró despacio, para que no se asustara. Le auscultó, le miró los oídos y no encontró nada significativo. Luego le miró la garganta y ahí vio la infección, dijo que la tenía muy roja.
Y él sin quejarse, sin una lágrima, sin molestar a nadie…
Le iba a mandar sobres y le dije que eso no lo tomaría, luego le iba a recetar pastillas cada ocho horas y le comenté a la doctora que no le iba despertar para darle la medicina pues luego ya no se dormiría y para él era muy importante el descanso. Así que le mandó una medicación que era de tomar cada doce horas.
Al principio no la quiso tomar, pero luego por la noche se la escondí en la cucharilla, la rellené del yogur y le añadí su medicina diaria, que conoce y que toma bien (él reconoce las dos pastillas diarías, una azul y otra blanca y las coloca él solo encima de la cuchara cuando se las ofrezco de mi mano). Ahí sí que se dejó engañar, no se dio cuenta de la jugada con la nueva pastilla y lo tomaba todo junto. En las colonias lo comenté y así hacen también.
Cada día es un continuo reciclaje, un continuo aprendizaje. Tomo y acepto las cosas como van viniendo y ante cualquier novedad no me apuro, pienso en la mejor forma de ayudarle, que él no se resienta,...y así todo va mucho mejor para ambos.
Durante unos días no pasearemos juntos. Cada uno lo hará por su lado. Me gusta caminar disfrutando de este maravilloso paisaje.
En estos paseos no disfrutaré de su compañía, extrañaré su mano y su sonrisa, pero dentro de poco, de muy poco, de nuevo lo retomaremos, con nuevas energías y con ganas de estar juntos de nuevo.
Así por lo menos lo deseo yo, así por lo menos creo que él también…
uxue