miércoles, 12 de agosto de 2009

Segundo día…La Mesa de los Tres Reyes

En la cima


Y llegó el día esperado y temido a la vez.


Yo me desperté muy temprano como el día anterior, cansada de luchar contra el suelo duro y sin poder dormir.

Me fui al coche a esperar mientras leía.


Los chicos se levantaron pronto, pues no queríamos ir muy tarde, ya que sabíamos que el viaje sería largo y muy duro.

Desayunamos, nos lavamos y recogimos la tienda y, después de pagar el camping, nos fuimos directos a nuestra nueva aventura.


Nos dirigimos en coche hasta el refugio de Linza, ya en la Provincia de Huesca. Allí dejamos el coche, pues era el tope permitido. Lo demás ya sería andando.


Se veía a gente pero poca, luego fue aumentando la cantidad de personas que subirían este monte en ese día.

Desde el principio se empezaba ya subiendo. Aunque no todo el tramo era cuesta arriba, había tramos lisos, pero pocos.


El camino era muy largo. En el folleto ponía que se recorría en una media de 6 horas, pero nosotros necesitamos diez horas para la ida y la vuelta.


El papel que nos dio el de la oficina de turismo nos ayudó bastante, pero hubo un problema debido a nuestra ignorancia y que luego nos costaría bastante caro, ya que nos arriesgamos mucho por otro camino:

En el papel ponía que había mojones que ayudaban a seguir el camino. Nosotros la palabra mojón la conocíamos pero para determinar el terreno de un lugar a otro diferente. No sabíamos cómo eran aquí.


En el recorrido veíamos piedras amontonadas y nos parecía curioso, pero no sabíamos el significado.

Después de perdernos y hallar el camino bueno es cuando empezamos a comprender que esos eran los mojones indicativos del camino.


El montón de piedras de orientación

Aquí no había las rayas pintadas en las piedras, sólo nos ayudaba el montón de piedras unidas. Y gracias a ello, porque si no sería muy complicado seguir el camino hasta la cima, ya que era muy peligroso y uno se podía perder.


Seguimos avanzando a nuestro ritmo y con calma.

El sol era fuerte pero no agobiaba. Nos habíamos dado crema, aunque no debió tener la suficiente protección, porque yo sí me quemé. Los chicos en cambio cogieron color pero no se quemaron.


En el camino nos encontramos con una familia que conocían el lugar y nos dijeron cómo ir.

Ellos se pararon con los niños en un monte cercano, pues era mucha paliza para los pequeños.


Según el papel con las indicaciones cuando viéramos un pino negro aislado ahí teníamos que empezar a subir atravesando el monte.

Nosotros no vimos ese pino, así que seguimos avanzando. Llegó un momento en que estábamos perdidos, no veíamos gente. No veíamos camino, todo era un laberinto.

Los chicos se metieron por un sitio de piedras, pero entre ellas había como precipicios, era vacio. Había que dar saltitos, y encima las piedras no estaban lisas.

Yo avancé un poco, pero me paré, era impresionante, y cualquier traspié nos llevaría al vacío.


El pequeño avanzaba como una cabra por ahí, yo estaba paralizada sin moverme y a la vez con temor de verles.

Hubo un momento que les dije que si íbamos hacia adelante sería peor, porque no se veía salida por ahí.

Ellos lo vieron y decidimos desandar el camino, muy despacio. Ellos iban primero y el mayor me daba la mano para saltar algunos de los sitios. Fuimos hacia las esquinas y en vez de volver atrás que era más peligroso, empezamos a subir hasta encontrar una salida que nos ayudara a continuar.


Con mucha calma y cuidado íbamos hacia atrás y llegamos al camino de antes.

Cuando llegamos a ese camino vimos que la gente subía por otro lado. Ellos debieron ver el “famoso pino negro solitario”, que la verdad no existía, era más un pino sin hojas en la mayoría del él, como si se hubiera quemado, pero no era negro (por lo menos para nosotros).


Empezamos a seguirles y ahí es donde comprendimos el lenguaje de los mojones, cuando nos dimos cuenta que las piedras amontonadas eran las señales para seguir el camino.


A partir de ahí ya no hubo pérdida. El camino seguía siendo difícil, pero no tan peligroso.

A partir de ahí también todo sería cuesta arriba, sin tregua. El desnivel de la subida era de más de 1.100 metros.


Yo iba en playeros, pues no tenía botas de monte, ni pensaba haber ido al monte. De ahí que la dificultad para subir fuera mayor.


Muchos de los montañeros, la mayoría, llevaban palos de montaña para subir, nosotros no teníamos y eso era aún peor, porque como pude comprobar otro día que me dejaron uno, estos palos son de una gran ayuda y nos habría costado menos subir.


Llevábamos más de cuatro horas sin parar, bueno a veces parábamos para tomar agua y descansar cinco minutos, pero poco porque si no el viaje se eternizaría.

El agua lo racionábamos. Yo apenas bebí a la ida, no me hacía tanta falta, y prefería que bebieran ellos que era los que más lo necesitaban.

Habíamos llevado bastante agua, pero consumimos hasta la última gota de la sed y el calor.


Había momentos en el recorrido que me sentía cansada y con un momento de descanso me bastaba, pero pasadas más de las cuatro horas seguidas, y encima todo era cuesta arriba, llegó un momento que me vi imposibilitada para seguir, no tenía fuerzas. Así que les dije a los chicos que me quedaba allí y que les esperaba.

Ellos me decían que me esperaban, y que íbamos todos, pero les dije que no me arriesgaba.


Cuando quedaban 200 metros y después de haber subido 2.200 metros, me quedé en un claro desde donde se partía hacia la subida final.

Le di a los chicos los bocadillos, me quedé con la mochila grande que la había llevado todo el rato mi hijo y ellos siguieron el camino.


Donde me quedé a esperar

Desde ese lugar se les veía subir, y luego me dijeron que hice bien en no seguir, pues a partir de ahí era mayor la pendiente y en zonas hubo que escalar casi. Encima con las zapatillas que llevaba, habría sido casi imposible poder subir sin caerme.


Me hubiera gustado haber terminado el recorrido, pero no por decir que estuve allí, si no por haber contemplado desde allí los montes, ese maravilloso paisaje y comprobar lo que uno debe sentirse cuando está tan alto. Por toda esa grandeza que está a nuestros pies y nuestro ojos.

Me hubiera gustado por eso mismo, pero tuve que decidir por eso o por mi salud, y no me arrepiento de la decisión.

Me alegro de haber llegado hasta ese punto y sobre todo de que mis hijos hayan tenido la oportunidad de verlo y vivido, pues de no haberles acompañado, y por no dejarme en el camping, no habrían emprendido el camino hacia la mesa de los tres reyes.

Cuando ya me senté ya quedaba poco y les insistí en que siguieran, que yo les esperaba ahí.


Ellos subieron y yo me quedé a descansar. No tenía hambre y no fui capaz de comer el bocadillo, sólo fruta.

Luego me recosté un rato y al cabo de un rato siento alboroto encima de mí. Abro los ojos y veo a los cuervos revoloteando y sacando ruido.

Me levanté seguido para que se dieran cuenta que estaba vivita y coleando, y se fueron.

A partir de ese momento ya no me tumbé, sólo me senté y les miraba por si se acercaban. Anduvieron por ahí al acecho, pero ya no encima de mí.


Estuve sobre una hora esperando y bajaron los chicos emocionados y muy contentos con lo que habían visto.

Les daba pena que yo no hubiera subido, pero reconocieron que hice bien, era complicado y peligroso.



En la cima del monte



Y empezamos la bajada, la vuelta hacia el refugio.


Ahora no hubo pérdida, pero el camino no perdió dificultad, porque si bien subir era complicado y cansado, bajar no era tan cansado pero sí complicado y peligroso en cuanto a los resbalones.


Cuando llevábamos un tramo hecho seguimos por otro tramo que tenía tierra, voy a bajar y antes de darme cuenta estaba tumbada en el suelo. Había resbalado de forma que me caí, menudo culetazo me di. Sentí ruido en los hombros y temí haberlos dislocado, pero hubo suerte y no fue más que un susto.

Mi hijo que me vio en el suelo le dio un ataque de risa, y al final nos reíamos todos.


En más de una ocasión volvería a resbalar, pero sin caerme del todo. Andaba con bastante cuidado, sobre todo en los sitios con tierra que resbalaba más.


Hubo también un tramo de nieve, había que atravesarla. Y con las dichosas zapatillas resbalaba mucho, me tuvo que ayudar mi hijo porque si no ahí si que me iba a la cuneta.




El tramo de nieve


El tiempo iba para adelante, el agua era muy escasa y el cansancio se resentía ya después de más de ocho horas andando.


Todavía nos quedaba un buen recorrido cuando mi hijo pequeño empezó a quejarse de los pies. Le dolían las plantas y se le estaban formando ampollas. Cada vez le costaba más andar, y encima tenía sed.


Bajando


Poco a poco fuimos bajando, con dificultad pero sin para mucho, que el tiempo se nos echaba encima.

Nos adelantaban a menudo otros viajeros, y con una rapidez asombrosa. Eso sí, iban con los palos que les ayudaban a bajar con más seguridad y rapidez.


Quedaba como una hora de recorrido y vimos a un grupo de jóvenes que nos habían adelantado, bañándose en una charla cerca de un manantial. Les preguntamos si había agua para beber y dijeron que ellos habían bebido del manantial en más de una ocasión.


Así que mi hijo cogió una cantimplora grande y la llenó.

Bebimos como si de un oasis se tratara y estuviéramos en el desierto. El agua estaba fresca y buenísima. Nos alivió mucho la sed y ya nos dirigimos al final de nuestro trayecto con mejor ánimo.



Una de las plantas del recorrido



El recorrido lo empezamos sobre las 10 de la mañana y eran las ocho de la noche cuando llegamos al coche. Habíamos andado diez horas sin parar. Bueno, yo nueve horas y descansé, pero los chicos anduvieron diez horas y se portaron como unos jabatos.


Me sorprendieron por el aguante y la entereza que tuvieron, y el mayor que no estaba acostumbrado al monte hizo el recorrido con la mochila grande que llevaba la comida y el agua. Sin ninguna protesta y siempre dispuesto a ayudarnos en los contratiempos.

Se rió de mí en la caída, pero eso vino bien para soltar parte de la tensión y del cansancio.


Cuando llegamos al coche comimos una pieza de fruta y nos fuimos al siguiente camping.


El tercer camping, "Zuriza", era enorme y me encantó, tanto por cómo estaba ubicado, como por el ambiente y los servicios.

Parecía que estábamos en casa, se oía hablar a menudo en euskera. Los que tenían el bar y los del supermercado eran euskaldunes y la música también era de aquí.


En el País Vasco hay mucha afición al montañismo, a la escalada, a muchas actividades que se hacen al aire libre y disfrutando de la naturaleza y para la gente de aquí es un reto el subir a este tipo de montes. Un reto al que no rehúyen y que quieren descubrir y admirar. Y lo consiguen.


Cuando llegamos al camping, nos dimos una buena ducha y a cenar al bar, que estábamos cansados de tanto embutido y pedimos un plato combinado riquísimo, con una bebida fresca.


Justo al poner la campaña mi hijo pequeño vio a un amigo de su escuela, y se le iluminó la cara.

Acampamos ahí justo y se pusieron hablar.


Después de cenar a descansar contentos por el logro conseguido, por haber visto esa maravilla y por estar en un lugar tan maravilloso.


El día siguiente sería más de relax y descanso, para relajarnos para la siguiente jornada que subiríamos el último monte de este viaje.


Sería nuestra última hazaña de estas vacaciones.




Así se veía el monte ya al fin de la jornada

uxue



6 comentarios:

margarita dijo...

¡Hola Uxue! Veo que tu viaje ha tenido de todo. La verdad es que yo tambien me hubiera perdido, ya que igual que tú, los mojones no se parecen al fotografiado por ti.

No creo que yo pudiera hacer ese viaje, ya que la verdad, no me gusta andar y me canso enseguida, pero me ha gustado mucho como has relatado tus vivencias, haciendonos vivir con la imaginación tu viaje. Recibe un saludo

uxue dijo...

Yo también pensé que no sería capaz, de ahí mi temor en la víspera y antes de salir a la mañana. A medida que iba andando y veía ese lugar me animaba y seguía adelante.
Mis hijos fueron los primeros sorprendidos.
Me alegro un montón haberme atrevido, pues no creo que tenga muchas más oportunidades de subir a un sitio como ése.
Un abrazo

Carlos dijo...

Hola terremoto…mira si te caías al vacío?..Menuda perdida para la humanidad, quien nos hubiera deleitado con este relato que acabo de leer?...puff…no se los puede dejar solos chica…..

Esperare con ansias la culminación de tus relatos…gracias por compartirlo con todos nosotros, un enorme beso mi reina…agur

uxue dijo...

Hola campeón.

No te creas, que por la noche cada vez que me despertaba pensaba en eso, en lo arriesgados que anduvimos y que podía haber pasado una desgracia. Tuvimos mucha suerte, y pudimos disfrutar de ese lugar y poder contarlo aquí.

Gracias por tus palabras. Un abrazo enorme amigo...agur

Carmen dijo...

De locos, ese viaje ha sido de locos, pero bueno, tú puedes con eso y con mucho más. Me han encantado todos tus relatos, ha sido como ir un poco a tu lado recorriendo esas cumbres.

Gracias por compartirlo, besos, amiga.

uxue dijo...

Gracias por leerlo y disfrutarlo.
Un enorme abrazo, amiga. Agur

El lugar que me rodea

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