viernes, 14 de agosto de 2009

Cuarto día…subida a Chipeta alto

Foto hecha desde la cima del alto de Chipeta


Ya desistí de dormir bien y me lo tomaba con calma. Los dos últimos días me decidí por dormir en el coche, era más mullido que el suelo de la tienda. Aunque llevábamos esterillas se notaba mucho la dureza y me costaba dormir.

No soy alta, así que el coche era mejor opción que la tienda y ahí por lo menos dormía algo más. Los chicos son más altos y les costaría más. Además a ellos la dureza del suelo no les afectaba tanto como a mí.


Después del desayuno nos dispusimos para la salida. Justo preparábamos las cosas cuando se despertó el amigo de mi hijo menor que estaba con su familia. Le invitamos a que se viniera con nosotros, mi hijo estaba ilusionado pues así para él sería más entretenido.

El amigo no es que tuviera muchas ganas al principio, pero se animó y nos fuimos los cuatro en pos de la siguiente aventura.


En esta ocasión nos dejaron tres palos de monte, para los chicos menores y para mí. No tenían más y a mi otro hijo le daba lo mismo llevar palo o no.

Tengo que decir que menuda diferencia el ir con o sin palo. Con la ayuda del palo las subidas se hacían mucho más sencillas, y las bajadas aún más.


La altura era de 2189 metros con un desnivel de unos 1000 metros, pero esta vez no nos cansamos tanto. Parábamos para comer fruta y beber agua y seguíamos adelante.


Tardamos unas seis horas en hacer el recorrido. El recorrido, aún siendo complicado y cansado, fue tranquilo. Mi hijo y su amigo no paraban de cotorrear y se quedaban rezagados, pero lo tomábamos con calma, estábamos disfrutando. Y después de haber subido a la mesa de los tres reyes, aquí ya no sentía ese temor que sentí allí.



Aquí sí que subí hasta la cima. Arriba había un buzón abierto.


El paisaje era maravilloso y desde allí se podían ver otros montes, como el de “la mesa de los tres reyes” y “Petretxema”, que también es muy alto.


Durante el recorrido vimos gente pero poca.


En un momento de la subida bajó un chico joven con un perro. Me llamó la atención la forma de andar, del perro, parecía que cojeaba, pero no me fijé bien.

Luego los chicos nos dirían que se habían parado para hablar con el dueño y se dieron cuenta de que le faltaba una pata.

Me pareció increíble cómo se manejaba el animal por ese terreno tan complicado, y sobre todo me gustó que no le hubieran abandonado por tener esa discapacidad. Se le veía contento y muy a gusto en ese terreno.


En otro tramo del recorrido vimos a otro joven que bajaba corriendo con una mochila. Mi hijo me dijo que estaba entrenando para la carrera que se hace a través de los montes corriendo y que era un famoso corredor de esa disciplina.


Parte del recorrido


Hubo un tramo que no estaba indicado, era todo cuesta arriba sobre prado. Mi hijo mayor nos había sacado mucha ventaja y no le veíamos, así que subíamos hacia arriba algo desorientados. Cuando llegamos a la cima de ese prado miramos hacia arriba a la derecha y vimos que él ya había llegado al tope de Chipeta.


Ya nos quedaba el último tramo, la última subida y estaríamos en la cima con él.

Subimos sin dificultad y al llegar pudimos contemplar desde allí esa inmensidad, esa maravilla.


Había un par de buitres revoloteando por ahí por si alguien se despistaba y se caía. Andaban al acecho. En esta ocasión ni se me ocurrió tumbarme, estos bichos no son de fiar y cualquier descuido podía costarnos caro.


Hicimos fotos y justo llegó una familia a la cima. Nos hizo una foto a todos juntos y luego mi hijo les hizo una a ellos.


Parece un monstruo con un ojo



Iniciamos la bajada con mucho ánimo y encantados de lo que habíamos visto.

El cansancio no se notaba, no hubo protestas como en el viaje anterior, no hubo dolor. Tampoco hubo caídas ni culetazos, sobre todo, gracias a los palos que nos evitaron ese problema.


Todo el recorrido lo hicimos a base de fruta, unos frutos secos que comimos en la cima y agua.



Descansando y comiendo



Llegamos sobre las seis de la tarde al camping, nos dimos una ducha y luego los padres del amigo que nos acompañó compartieron su comida con nosotros. Estaba muy buena y nos sentó de maravilla.


Por la mañana habíamos decidido que el día siguiente ya vendríamos para casa y nos faltaba un pueblo que queríamos ver.


Mi hijo pequeño ya estaba cansado y se quedó con el amigo. Mi otro hijo y yo nos fuimos a ese pueblo, llamado Ansó.

El camino era bastante difícil, estrecho y con curvas. Tardamos como una media hora en llegar y cerca de las ocho salimos del coche e hicimos el recorrido por ese lugar.


Ansó es un pueblo muy bonito. Llama la atención las paredes, homogéneas de piedra gris dura.

Las calles eran estrechas y había mucho ambiente.

En el frontón estaban preparando las cosas para el rodaje de una película. Se veían los focos, el movimiento de la gente y organizando las cosas.

No estaban rodando en ese momento, supongo que lo haría por la noche.

El pueblo no es grande, así que no tardamos mucho en recorrerlo.


Cerca de las nueve nos dirigimos al camping a cenar y descansar. Amenazaba lluvia y no queríamos que nos pillara en medio.



Ansó


Después de la cena estuvimos un rato y nos acostamos, que al día siguiente sería la vuelta y queríamos aprovechar para ver el castillo de Francisco Javier, de Navarra.


Fue un bonito día, lo pasamos bien y el lugar que visitamos fue maravilloso.


uxue

No hay comentarios:

El lugar que me rodea

El lugar que me rodea