viernes, 11 de marzo de 2011

A mi tendero





En la zona donde vivo se hizo un certamen sobre el comercio local, para promocionarlo y resaltar lo que fue hace tiempo y qué le diferencia de las grandes superficies.

En este certamen se presentaron varios relatos y se publicaron en unos libritos que ofrecían gratuitamente a quien lo deseara leer.


Hace un par de día, mientras esperaba el autobús, leí los tres primeros relatos. Eran los tres primeros premios en ese orden.


El relato que aquí pondré es el tercer premio. A mí particularmente me ha llegado más que los otros dos, lo he sentido más cercano y me ha conmovido. Por eso quiero reflejarlo aquí y compartirlo con la gente que lee este blog.




"A mi tendero"


"¡Qué tiempos aquellos!, gracias a Dios, se fueron, pero aún siguen vivos en mi memoria. No tengo la suerte de que mis recuerdos de la infancia sean maravillosos, ¡qué va!, nada más lejos de la realidad…

Tuve la desgracia, de tener un progenitor, a ese individuo no se le puede llamar padre, al que le gustaba hacerse el machito en casa.

Un día sí, y el otro también, demostraba, no en el trabajo, sino en su propia casa, la fuerza bruta y cobarde contra su mujer, mi madre, y cuando no le era suficiente con ella, que cada vez aguantaba menos de pie con sus escasos cuarenta kilos de angustia, mi hermano y yo pasábamos a ser su saco de los golpes.


En fin… Todas esas historias que inundan mi memoria acabaron cuando mi madre, al límite de sus fuerzas, reunió el coraje suficiente para ir a la guardia civil y denunciarle.


Eran tiempos difíciles, estamos hablando de los años 70; entonces no existían ni ayudas a la mujer maltratada ni la sensibilidad suficiente para considerarlo un problema muy grave.


¡Cómo tenía la cara…! Parecía pintada de Picasso, algún diente roto, cuatro costillas…


En la Guardia Civil intentaron convencerla de que se trataban de riñas sin importancia, de que una pelea la tiene cualquiera, que todo era normal, que volviera a casa que todo se resolvería…pero ella estaba decidida y con una valentía admirable interpuso la denuncia.


Cuando se enteró su maravilloso marido…¡Madre mía!, gracias a Pedro el tendero, y a Jorge el pescadero del barrio, porque toda su ira la intentó descargar sobre nosotros.


Mi progenitor se peleó con los pocos amigos que le quedaban, que gracias a los moratones de la cara de mi madre, empezaron a creerla. También pasó lo mismo con los familiares y vecinos. Cuando una mujer se divorciaba en los años 70 es que era un poco ligerilla. Estaba tan mal visto una divorciada con dos hijos…


¡Y cuánto tuvo que trabajar la mujer!... Al menos su ex marido se fue hacia el sur, y no volví a saber nada de él.

No nos ayudó en nada y fueron tiempos difíciles, pero nos dejó en paz y eso fue el mejor regalo que nos pudo hacer.


Afortunadamente tengo algún recuerdo bonito…

Siempre tengo presente a Pedro el tendero de mi barrio, ¡qué majete, qué buena persona!


Ahora, a mis cuarenta y tantos, pienso que estoy vivo gracias a él. Tenía una tienda en la que vendían de todo…parecía un supermercado en catorce metros cuadrados.

Allí, mi madre compraba desde libros de texto, hasta leche, pasando por la poca carne que entraba en casa. La dejaba pagar en cómodos plazos utilizando el “noooooo te preocupes, cuando tú puedas mujer”.

A mí me daba un poco de vergüenza entrar en su tienda, pero él siempre salía y me daba cromos de los que salían en los yogures que mi madre no podía pagar, o me regalaba algún tigretón, que se iba a caducar. ¡Madre mía un tigretón, con lo caros que eran…!


El otro día, una mujer delante de mí, en una tienda de esas enormes, en las que venden de todo pero que nadie te conoce de nada, había comprado muchas cosas. Cuando fue a pagar su cuenta de 240 euros a su tarjeta de crédito le dio por no funcionar. ¡Qué apuro pasó la pobre mujer!

La cajera la miraba con cara de enfado ¡Ni que hubiera robado!

La mujer tenía 150 euros en el bolso, pero allí “No se fiaba”… La mujer decía: te dejo el DNI, te traigo el resto enseguida…

La cajera impasible…”pues ahora llamo a la supervisora…” ¡Qué corte!

Yo no hacía más que acordarme del bueno de Pedro. Creo que finalmente tuvo que dejar la compra en recepción e ir a buscar dinero donde pudo.

¡Claro!, como no nos conocen de nada…

No como mi Pedro, ¡ése sí que era un tendero!


Ahora me da pena porque hay marcas más potentes que le tienen siempre al borde de la quiebra, pero allí sigue, muy viejito, pero siempre allí, con la sonrisa en la boca.

Mi madre NUNCA ha comprado en otra tienda que no sea ésa, sería como engañarle, y creo que esa tienda sigue llena de gente como mi madre."



Con este cuento quiero dar las gracias a todos esos tenderos vocacionales que han hecho de psiquiatras, banqueros, prestamistas, y AMIGOS.


Un saludo a todo el que se sienta reflejado.





Nuria Pérez Múñoz

("Primer certamen

de relato sobre el comercio")


3 comentarios:

Marmopi dijo...

Qué lástima que el pez grande se coma al chico... referido al pequeño comercio y a los que como ese tal Pedro, viven de su trabajo diario sacando unas perrillas con las que vivir.

Está bonito el relato, sí. Refleja muchas cosas de aquellos años 70 que tan lejos parecemos tener ya.

Un beso, guapa!

Carlos dijo...

Hola Uxue.

Recuerdo ese tipo de comerciantes, dispuesto a tender una mano a quien la necesitara, sin preguntar, sin poner condiciones.

Hoy ya están en extinción, las grandes superficies comerciales los están acabando.

En el relato se mezclan dos realidades distintas, y esa conjunción lo hace atractivo, gracias por compartirlo niña…un beso.

agur

uxue dijo...

Hola marmopi y Carlos

Qué razón tenéis, yo también recuerdo a esos tenderos de antaño que a veces eran una parte más de la familia, siempre preocupados por los demás y dispuestos a ayudar a quien no podía pagar.

Las grandes superficies devoran al pequeño comercio que cada vez va menguando. Ojalá éste no desaparezca y siga existiendo.

Un abrazo enorme a los dos y pasad un buen fin de semana chicos

El lugar que me rodea

El lugar que me rodea