jueves, 30 de diciembre de 2010

La Madre...Maximo Gorki





Hace mucho tiempo que oí hablar de este libro y ya tenía ganas de leerlo.

El domingo fui a un mercadillo de Bilbao y pregunté por él para regalárselo a mi hijo. Hubo suerte y lo encontré en una edición especial, fácil de manejar y a un precio muy asequible.

Anoche justo terminé de leer un libro en el E-Book que tengo, pero tenía ganas de tener en mis manos un libro de verdad, sentirlo y palparlo.

El e-book es un adelanto y sale más barato, pues en poco espacio puedes meter muchos libros. Pero la sensación de sentir el libro en las manos mientras se lee no es la misma. Y desde que empecé a leer en el e-book noto más esa diferencia y echo más en falta el libro de verdad, encuadernado y pasando las hojas manualmente.

Así que esta mañana me he animado con el libro de Gorki y así cumplir un deseo que tenía de hace tiempo. Hoy he hecho que sea posible.

Llevo leídas unas pocas páginas, pues es extenso y de letra pequeña. Pero lo que he leído hasta ahora me está agradando mucho. Me gusta la narración que tiene, sencilla y dura a la vez en cuanto que es un reflejo de la realidad de aquella época. Y también destaco la ternura que se palpa constantemente en la relación madre-hijo, tanto en las conversaciones como en en la forma de actuar de uno para el otro.

Aún habiendo leído poco, ya estoy enganchada a él.

Es un libro que merece la pena leer y que por eso pongo aquí como algo especial.

Transcribiré aquí un párrafo de esta primera parte del libro donde refleja parte de lo que digo.

Esto sucede cuando llevan preso por primera vez a su hijo y la reacción de dolor e impotencia de la madre ante esta injusta invasión:


“Cuando se lo llevaron, se sentó en el banco y, cerrando los ojos, sollozó suavemente. Apoyando la espalda contra el muro, como en otro tiempo hacía su marido, contraída por la angustia y la conciencia humillante de su impotencia, la cabeza baja, sollozó largo tiempo, vertiendo en el gemido monocorde todo el dolor de su corazón herido. Veía ante ella, como una mancha inmóvil, el rostro amarillento de bigotes ralos, cuyos ojos entornados expresaban satisfacción. Como una bola negra, se apretaban en su pecho la exasperación y la cólera, contra aquellas gentes que arrancaban un hijo a su madre porque buscaba la verdad.

Hacía frío, la lluvia golpeaba los cristales. Parecía que, en la noche, alrededor de la casa, rondaban acechantes siluetas grises, de largos brazos, de anchas caras rojas sin ojos. Caminaban, y sus espuelas entrechocaban débilmente.

-Si al menos me hubiesen llevado a mí también...-pensaba.”


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Ahora contaré un poco de la vida de Gorki y un resumen de esta obra en concreto


Máximo Gorki


(Seudónimo de Alexéi Maximóvich Peshkov; Nijni-Novgorod, 1868 - Moscú, 1936)

Escritor ruso, probablemente el más notable de los escritores que desarrollaron su actividad en Rusia tanto antes como después de la revolución de Octubre.

Nació en una antigua ciudad a orillas del Volga, con el nombre de Alexéi Maxímovich Péshkov. Desde temprana edad tuvo que ganarse el sustento trabajando de diversos oficios, experiencias que lo enriquecieron y están reflejadas en sus obras autobiográficas "Días de infancia" (1913-14), "Por el mundo" (1915-16) y "Mis universidades" (1923). Esta trilogía autobiográfica suele ser considerada lo más perfecto que Maximo Gorki escribió. Sus páginas dan una imagen colorista y real de la Rusia de finales del XIX y están llenas de detalles que nos acercan sobre todo a la forja del carácter del autor y a su búsqueda de sentido, de comprensión del mundo. Además del gran aporte literario que realizó tanto a la Unión Soviética como al mundo, la obra de Máximo Gorki es más extensa y variada y en ella hallamos un retrato de las diversas clases sociales que coexistían en aquella época, pero destacan sobre todo las descripciones de los sectores más desfavorecidos de la sociedad, que el autor conoció por propia experiencia.



La madre


Pelagia Nilovna, es la madre de un joven obrero que ha pasado toda la vida soportando y sufriendo su propia miseria, consciente de que nada podía hacer para cambiar ese estado de cosas. Su marido que, en vida, siempre estaba borracho, la golpeada, la maltrataba y la mal alimentaba.

Pavel que no era muy agradecido con su madre tras la muerte de su padre se pone a trabajar en una fábrica, donde empieza a darse cuenta de la injusticia por parte del estado, con las subidas de impuestos y el salario mínimo que recibían, entonces empezó a ir a la ciudad a leer libros y a investigar acerca de sus derechos.

Pelagia se contagió y emprendieron una acción en protesta por las condiciones de vida que llevaba la sociedad rusa, primero tirando folletos reivindicando sus derechos y después llegarían hasta tirarlos por toda la ciudad.

Pavel fue detenido y metido en la cárcel por estas acciones pero sus amigos y su madre le seguían apoyándole realizando su trabajo, mostrar la verdad a todos los ciudadanos y protestar. Debido a que los folletos seguían siendo repartidos y Pavel estaba en la cárcel decidieron soltarle, el cual no se acobardaría y seguiría poniendo de manifiesto sus pensamientos, con la ayuda de su madre.


Esta es la historia de la luchadora inconfundible por la libertad y sus derechos que al igual que su hijo lo dieron todo por mostrar la verdadera verdad a la sociedad rusa y que consiguieron tapar sus bocas pero nadie conseguirá tapar los libros que seguirán ahí y serán repartidos por otras personas hasta que a la sociedad rusa se les de lo que piden.




Me he puesto afanoso a buscar libros, los he encontrado y casi todas las tardes leo. Son estas unas tardes buenas, el taller está en silencio, como si fuera ya noche cerrada, sobre las mesas penden las bolas de cristal, semejantes a estrellas blancas, frías, cuyos rayos iluminan las cabezas, despeinadas o calvas, que se inclinan sobre las mesas; veo rostros serenos, soñadores; a veces, resuena una exclamación de elogio al autor del libro o a su protagonista. Los hombres están atentos, encalmados, parecen otros; yo les aprecio mucho en estos instantes, y ellos también me tratan afectuosamente; me siento en mi puesto”.

(Maximo Gorki)

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